miércoles, 29 de febrero de 2012

CURSO DE CONCILIACION EXTRAJUDICIAL 2012

CURSO DE CONCILIACION EXTRAJUDICIAL 2012

LOS INVITAMOS A INSCRIBIRSE A NUESTRO CURSO DE CONCILIACION EXTRAJUDICIAL, QUE SE DICTARÁ SOLAMENTE LOS DIAS SÁBADOS (EN EL HORARIO DE MAÑANA Y TARDE), DURANTE DOS MESES Y MEDIO (INCLUYENDO LA TEORIA COMO LA PARTE PRACTICA DEL CURSO). SE INICIA EL 17 DE MARZO.
LAS CLASES SERÁN EN NUESTRO AUDITORIO SITO EN: JIRON NATALIO SANCHEZ 220, OFICINA 907, JESUS MARIA (ALTURA ENTRE LAS CUADRAS 5 Y 6 DE LA AVENIDA ARENALES).
SE LES ENTREGARA MANUAL DETALLADO DEL CURSO, LEGISLACION, PROGRAMA ACADEMICO, RESOLUCION QUE AUTORIZA EL DICTADO DEL CURSO.

MAYOR INFORMES AL: 3320847-998012046
LOS ESPERAMOS.

domingo, 12 de febrero de 2012

DONACIÓN DE ÓRGANOS: LA OTRA INMORTALIDAD

DONACIÓN DE ÓRGANOS: LA OTRA INMORTALIDAD

CARLOS CASTILLO RAFAEL


Desde antaño se confía en tres formas indirectas de satisfacer el deseo de inmortalidad: procrear un hijo, plantar un árbol o escribir un libro. Creo que el avance científico y  una moral solvente se han conjugado para implementar otra manera de burlar la secuela de la muerte. Oportunidad conquistada en los instantes del desenlace final, con el acto sensato y generoso de la donación de órganos.

Imagínese tal sobrevivencia. Una suerte  de trasmigración de lo mejor de uno a través de los órganos vitales que conservarán la vida de otra persona quien, tal vez, en el futuro, ceda la posta a un tercero con la misma tarea dadora de vida. Una solidaridad inacabable, urdida con el postrero acto, por la que muchos seres humanos perduran en el cuerpo del último beneficiario de la donación y transplante de órganos.

Riñones, pulmones, corneas, páncreas, hígado, corazón y tejidos, serían los últimos reductos del alma afanada en doblegar a la muerte con dignidad.

Un accidente vehicular puede ser la diferencia entre una vida prometedora  y una muerte cerebral irreversible. Cuando un paciente así subsiste, con latidos cardiacos y respiración artificial por medio de medicamentos y aparatos mecánicos, la esperanza de vida, que en él muere, renace en otros siete enfermos terminales, (considerando la eventual donación de un corazón, dos pulmones, un hígado, dos riñones y un páncreas). Además de mejorarse la calidad de vida de varios que necesitan  córneas o huesos.

El constante apremio de donantes, siempre en aumento, apenas deja como saldo un exiguo porcentaje de beneficiarios. Excepcionalmente, algún niño, por ejemplo, recibe  de sus padres, hermanos o familiares cercanos, aquel riñón que lo salvará de una insuficiencia renal crónica o de cualquier otra enfermedad terminal del riñón. Los otros cientos, que pueblan la lista de espera nacional, nunca serán trasplantados por la alarmante falta de donantes de órganos. La pregunta es simple: ¿No hay donantes a causa de un egoísmo desmesurado o por una absoluta desinformación acerca del tema?

Si cualquiera puede ser víctima de una enfermedad grave, potencialmente curable con un trasplante, ¿Por qué la indiferencia ante el llamado sensato de la donación de órganos? Viéndolo así hasta una persona extremadamente individualista tendría una buena razón para defender esta cruzada. Lo haría pensado en él o en los suyos, eventuales pacientes de deabetes, de alguna enfermedad congenita del corazón, o con una fibrosis quística o enfisema pulmonar, por mencionar algunos de los casos que pueden rehabilitarse con un trasplante oportuno.

Me inclino a pensar que el bajísimo nivel de donación de órganos en nuestro país se debe, antes que nada, a una mezcla de ignorancia y factores culturales que la desalientan por completo. Hay una inexcusable falta de información del público en general e, incluso, del mismo gremio médico, acerca de cómo hacer efectiva la donación o cuál es el proceso de donación y transplante ha seguir no sólo por el propio donante sino también por sus familiares que, en muchos casos, son tenaces opositores de esta solidaridad vital.

No basta con que en vida el donador de órganos se inscriba en organizaciones altruistas, o tramita tarjetas o certificados de donadores. La familia del donador debe respetar y alentar su decisión de donar sus órganos cuando ya no le sirvan. Para ello hay que desestructurar una causa más profunda y perniciosa, determinadas creencias en el imaginario de la gente, difícil de desarraigar, como es el el dogma de la resurrección de los cuerpos, el  fetichismo del cuerpo extinto (qué otra cosa representan los cementerios), la onerosa conservación del cuerpo cadavérico (aguardando el avance científico o una cura futura), la indiferencia a la vida y un culto asolapado a la muerte, etc.

Mientras sucumbamos a la tentación de una vana inmortalidad, auspiciada por fútiles creencias, aquella otra honrosa inmortalidad, pervivir en el cuerpo de otros, lo que involucra solidaridad, reflexión y renuncia, se nos escapará de entre las manos.

Por mi parte, declaro, con modestia pero con serena convicción, que el último abrazo de la muerte, no le arrebatará la posibilidad de vida a todo aquel que pueda servirle alguna parte de mi finita condición, pues, autorizo y dono mis órganos y todo lo que la ciencia médica pueda usar en pro de otros. Quizás así mi alma descanse en paz. Tal vez, al final de esa manera encuentre una mínima redención.