DONACIÓN DE ÓRGANOS: LA OTRA INMORTALIDAD
CARLOS CASTILLO RAFAEL
Desde antaño se confía en tres formas indirectas de satisfacer el deseo de inmortalidad: procrear un hijo, plantar un árbol o escribir un libro. Creo que el avance científico y una moral solvente se han conjugado para implementar otra manera de burlar la secuela de la muerte. Oportunidad conquistada en los instantes del desenlace final, con el acto sensato y generoso de la donación de órganos.
Imagínese tal sobrevivencia. Una suerte de trasmigración de lo mejor de uno a través de los órganos vitales que conservarán la vida de otra persona quien, tal vez, en el futuro, ceda la posta a un tercero con la misma tarea dadora de vida. Una solidaridad inacabable, urdida con el postrero acto, por la que muchos seres humanos perduran en el cuerpo del último beneficiario de la donación y transplante de órganos.
Riñones, pulmones, corneas, páncreas, hígado, corazón y tejidos, serían los últimos reductos del alma afanada en doblegar a la muerte con dignidad.
Un accidente vehicular puede ser la diferencia entre una vida prometedora y una muerte cerebral irreversible. Cuando un paciente así subsiste, con latidos cardiacos y respiración artificial por medio de medicamentos y aparatos mecánicos, la esperanza de vida, que en él muere, renace en otros siete enfermos terminales, (considerando la eventual donación de un corazón, dos pulmones, un hígado, dos riñones y un páncreas). Además de mejorarse la calidad de vida de varios que necesitan córneas o huesos.
El constante apremio de donantes, siempre en aumento, apenas deja como saldo un exiguo porcentaje de beneficiarios. Excepcionalmente, algún niño, por ejemplo, recibe de sus padres, hermanos o familiares cercanos, aquel riñón que lo salvará de una insuficiencia renal crónica o de cualquier otra enfermedad terminal del riñón. Los otros cientos, que pueblan la lista de espera nacional, nunca serán trasplantados por la alarmante falta de donantes de órganos. La pregunta es simple: ¿No hay donantes a causa de un egoísmo desmesurado o por una absoluta desinformación acerca del tema?
Si cualquiera puede ser víctima de una enfermedad grave, potencialmente curable con un trasplante, ¿Por qué la indiferencia ante el llamado sensato de la donación de órganos? Viéndolo así hasta una persona extremadamente individualista tendría una buena razón para defender esta cruzada. Lo haría pensado en él o en los suyos, eventuales pacientes de deabetes, de alguna enfermedad congenita del corazón, o con una fibrosis quística o enfisema pulmonar, por mencionar algunos de los casos que pueden rehabilitarse con un trasplante oportuno.
Me inclino a pensar que el bajísimo nivel de donación de órganos en nuestro país se debe, antes que nada, a una mezcla de ignorancia y factores culturales que la desalientan por completo. Hay una inexcusable falta de información del público en general e, incluso, del mismo gremio médico, acerca de cómo hacer efectiva la donación o cuál es el proceso de donación y transplante ha seguir no sólo por el propio donante sino también por sus familiares que, en muchos casos, son tenaces opositores de esta solidaridad vital.
No basta con que en vida el donador de órganos se inscriba en organizaciones altruistas, o tramita tarjetas o certificados de donadores. La familia del donador debe respetar y alentar su decisión de donar sus órganos cuando ya no le sirvan. Para ello hay que desestructurar una causa más profunda y perniciosa, determinadas creencias en el imaginario de la gente, difícil de desarraigar, como es el el dogma de la resurrección de los cuerpos, el fetichismo del cuerpo extinto (qué otra cosa representan los cementerios), la onerosa conservación del cuerpo cadavérico (aguardando el avance científico o una cura futura), la indiferencia a la vida y un culto asolapado a la muerte, etc.
No basta con que en vida el donador de órganos se inscriba en organizaciones altruistas, o tramita tarjetas o certificados de donadores. La familia del donador debe respetar y alentar su decisión de donar sus órganos cuando ya no le sirvan. Para ello hay que desestructurar una causa más profunda y perniciosa, determinadas creencias en el imaginario de la gente, difícil de desarraigar, como es el el dogma de la resurrección de los cuerpos, el fetichismo del cuerpo extinto (qué otra cosa representan los cementerios), la onerosa conservación del cuerpo cadavérico (aguardando el avance científico o una cura futura), la indiferencia a la vida y un culto asolapado a la muerte, etc.
Mientras sucumbamos a la tentación de una vana inmortalidad, auspiciada por fútiles creencias, aquella otra honrosa inmortalidad, pervivir en el cuerpo de otros, lo que involucra solidaridad, reflexión y renuncia, se nos escapará de entre las manos.
Por mi parte, declaro, con modestia pero con serena convicción, que el último abrazo de la muerte, no le arrebatará la posibilidad de vida a todo aquel que pueda servirle alguna parte de mi finita condición, pues, autorizo y dono mis órganos y todo lo que la ciencia médica pueda usar en pro de otros. Quizás así mi alma descanse en paz. Tal vez, al final de esa manera encuentre una mínima redención.
Vivimos en un mundo en el que nos jactamos de supuestos altruismos pero no nos atrevemos a hacer la gran proeza. "Ah! donar es una causa noble, pero que otro lo haga". Así era yo hasta antes de colaborar en una campaña que realizaron compañeras de ciclos avanzados sobre la importancia de la donación. El principal objetivo era obtener un alto puntaje en el curso de Bioética, pero con investigaciones realizadas llegamos despojarnos de ciertos tabús y a CREER Y COMPRENDER, QUE EL DESPRENDIMIENTO PARTE POR RECONOCER LA PRESENCIA DEL OTRO EN UN MUNDO CONCEBIDO CON UNA NOCION DE IGUALDAD, sea quien fuese el Creador que se profese.
ResponderEliminarAprovecho para recomendar la película "21 gramos" que nos hace reflexionar sobre el sentido de la vida, la muerte, el cuerpo, el alma y sobretodo la reconciliación.
Carla Navarro
Estimada Carla
EliminarComparto tu punto de vista acerca de la inclusión del otro, base nefesta que subyace a la negativa de donar órganos, y a otras prácticas individualistas bastante arraigadas entre nosotros.Y sin duda la igualdad es el valor cuestionado, pisoteado por los que niegan la posibilidad del altruismo y la responsabilidad de ser donante. Se olvida que lo único que cuesta ese "desprendimiento" es reflexionar un poco sobre la finitud humana.
Aunque agregaría que el otro valor debilitado por quienes prefieren ver sus órganos reducidos a nada en lugar de vigorizar un nuevo cuerpo,es el de la intersubjetividad, la viuencia que somos-junto-con-otros.
Es cierto lo que comenta en la donacion de organos estan mas cerca a esa posibilidad aquellas que por influencias o dinero tienen acceso a obtener mas posibilidades de que se logre esto.Yo solo cada dia siento que llego el fin de la vida de la persona mas apreciada mi hermano .
ResponderEliminarmi marido esta esperando un doble tranpnte de riñon y pancreas, y dia a dia veo como se va deteriorando, por desgracia yo no soy compatible, y en mi pais la ley no contempla al donante altrista ni elintermcambio de organos, porq yo esariqa dispuesa a donar mi riñon a cambio de una para mi amor,quiero buscar la posibilidad de tranplanet en otro pais pero de verdad no se por donde empezar a buscar ni como llegar acontactarme con hospitales ni banco de donantes
ResponderEliminarME SOLIDARIZO CON TU PEDIDO, ESTIMADA AMIGA. TAL VEZ SI PRECISAS LO QUE NECESITAS, (ME REFIERO A LOS DETALLES SOBRE LA COMPATIBILIDAD DEL RIÑÓN), MEDIANTE LAS REDES SOCIALES, INCLUYENDO POR CIERTO ESTA TRIBUNA, PUEDAS TENER ECO POSITIVO A TU EXPECTATIVA Y PROPUESTA.
ResponderEliminarA NIVEL ESTATAL, EN PARTICULAR EN EL CASO DE MI PAÍS, Y QUIZÁS EN BUENA PARTE DE SUDAMÉRICA, LOS HOSPITALES Y ESTABLECIMIENTOS DE SALUD PUBLICO NI SIQUIERA SATISFACEN LA COBERTURA DE LA DEMANDA INTERNA. LA BÚSQUEDA ES MÁS DIFÍCIL EN ESE SENTIDO, AUNQUE NO IMPOSIBLE.
QUE LA DIVINA PROVIDENCIA GUIÉ TUS PASOS.